terrorismo a nuestra medida

La verdad es que no sé cómo empezar a contar esta noticia. Durante algún tiempo estuve evaluando si escribir sobre el tema o no cuando llegara el caso, y ahora que llegó opté por hacerlo, entre otras cosas porque la parte interesada que ocupa el lugar de víctima en esta historia considera que debe saberse. Pero no es fácil, ya van a ver.
Usted que nos sigue desde hace un tiempo habrá notado, como lo comentamos desde el principio, que las noticias que aparecen en el Herald suelen tener la escala "micro" que rige todo el devenir de este pueblo; que los accidentes de tránsito se pueden referir a alguien que se cayó de una bicicleta, que una tragedia podría ser que el Gordo se quedara sin cerveza un sábado de noche... ese tipo de cosas. Bueno, aún en esa escala nuestra, temo que debemos hoy reseñar... ¡un atentado terrorista! Así como lo lee. Terrorismo pueblerino podría denominarse, y ojo porque podemos estar inaugurando una nueva tendencia.
Resulta que desde hace unos meses a esta parte la posada Gainford viene sufriendo la acción de uno de los terroristas más pintorescos que he conocido. Bah, no es que conozca muchos, pero uno muy de vez en cuando ve la tele y escucha hablar de algunos personajes siniestros, que en nada se parecen, vamos a decir la verdad, a nuestro Osamita casero. Al menos en cuanto a las técnicas empleadas. Porque nuestro personaje no anda con bolsas llenas de dinamita, o un cinto con granadas de fragmentación adosado a su cintura, sino que... bueno, me da un poco de vergüenza ajena decirlo, pero el hombre... arroja orín. Orín humano que sistemáticamente viene apareciendo, casi todos los días, en tres de las ventanas de la posada, las únicas tres que dan a un pasaje utilizado generalmente por dos o tres vecinos.
Si no lo contamos antes era por dos motivos: primero porque la "noticia" es tan ridícula que seguramente muchos se burlarían de nosotros (me refiero a Aguas Dulces, porque estas cosas no se recuerdan después como lo que hizo un sub-normal, sino como "lo que pasó en Aguas Dulces"). Yo mismo puedo imaginarme al Cacho, trapo y lavandina en mano y puteando mientras limpia las ventanas todos los días, y qué quiere... me hace un poco de gracia. Estoy seguro que el propio Cacho dentro de unos años lo contará como una anécdota. Y segundo porque el silencio ayudaría a develar la misteriosa identidad de un caco que actuaba impunemente.
Pero tanto va el cántaro a la fuente que al final el orín se nota (¿cómo era?... no, algo me salió mal con el refrán, pero igual se aplica). Y es que finalmente el siniestro personaje fue visto e identificado. ¡Qué lo parió! diría Mendieta. ¿Cómo llamaremos a este supervillano de alpargatas que convive en el corazón de nuestra urbe? Si Batman tenía su Guasón, o su Acertijo... ¿Cómo llamaremos a éste urodelincuente? ¿Bartolomeo?
Como sea, la cosa no pasaría de una patética actitud de una mente enferma si no fuera por un tema mucho más serio que planea como una sombra desde noviembre pasado: lo de El Cuento fue un atentado; eso ya fue establecido por pericias técnicas. Y nadie supo nunca quién fue, aunque sí se sospechaba de alguien, y ese alguien es quien hace unos días fue visto arrojando orín en una ventana de la posada Gainford, mismo establecimiento donde funcionara El Cuento (mismo dueño, y obviamente mismo motivo).
Por favor, esta entrada pretende ser un llamado abierto: si alguien del FBI o la CIA nos lee... ¿qué se hace en estos casos, hermano? Porque la verdad es que por aquí no tenemos la más mínima experiencia en este tipo de situaciones.