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Mal clima para los humanos, en Aguas Dulces. Dicen que los días así, lluviosos, con niebla (que ahora está despejando) son "días tristes". Y hoy el día parece triste de verdad. Al paisaje gris y lleno de barro se le suma el otro, más dramático, del desmantelamiento de La Terraza. Comenzaron las obras, y vamos a referirnos brevemente al tema.
La Terraza es (todavía lo es) un símbolo de Aguas Dulces. El histórico lugar de reunión del pueblo, llamado antes La Boca del Lobo, fue adquirido hace muchos años por los Lujambio, una de las familias emblemáticas de la región, descendientes directos de náufragos del Leopoldina Rosa. Toda una historia atrás. Y esa historia hace que ese lugar sea una especie de monumento de Aguas Dulces. La Terraza no será un edificio impresionante, pero es una parte importantísima del paisaje urbano de Aguas.
Los Lujambio, luego de muchos años al frente del local, enfocaron su atención en otros proyectos, y ya no pueden dedicarle el tiempo que el local requiere; finalmente aceptaron la oferta de una mujer extranjera, y a ella le debemos hoy esta entrada.
Hay algunas cosas que uno no puede entender, y las mencionaremos acá con la esperanza de que algún lector más despierto nos las aclare un poco.
Por ejemplo, por más que le busco la vuelta no entiendo ese razonamiento, muy común en gente con espíritu conquistador, que se puede esquematizar más o menos así: me gusta un lugar / adquiero propiedades en ese lugar para participar en el mismo / reformo mis nuevas propiedades de acuerdo a mi gusto particular.
Ya lo mencionamos en una entrada anterior; es lo mismo que yo me mudara, por ejemplo, a un pueblo de palafitos porque me gustaron, me parecieron pintorescos, un lugar lindo para vivir, comprara allí un palafito y lo transformara en una casa de bloques porque me parece más cómoda. ¿¿?? En fin, que esa es la parte de la historia que nos produce tristeza; el encarcelamiento perpetuo del alma de un lugar lleno de historia. Tristeza. Hasta allí debería llegar la cosa. Porque así son las reglas del juego. Cambia, todo cambia.
Pero aquí entra en escena otro sentimiento, cuando uno, que es tozudo, empieza a preguntarse por qué. ¿Por qué viene alguien con mucha plata (de afuera para agravar más las cosas) y se pone a jugar a un despiadado juego de Monopolio en la vida real, comprando y jugando con decenas de propiedades ubicadas en un terreno que pertenece al Estado uruguayo? Me pregunto, y páreme si le parece que ando muy errado, ¿cómo es posible que mientras se niega un permiso a un habitante para arreglar las defensas de su ranchito para las crecientes de mar, se permita a una gringa comprar y reformar todas las casas que quiso (y que quiere y que querrá), insistimos, ubicadas en un terreno que no es ni será nunca de ella? ¿Usted no tiene como yo la sensación de que se nos está tratando de indiecitos? Una extranjera vio que las casas en la zona costera eran más baratas, y se creyó más viva que los inventores de la viveza criolla. Y compró todo lo que pudo, y comprará todo lo que pueda para, simple e indisimuladamente, hacer negocio. Eso es todo. Un negocio en terrenos estatales. Aprovechando, en el peor sentido de la palabra.
Un lector, Carvalen si no recuerdo mal, mencionaba en un comentario que el espíritu de Aguas Dulces, el microclima social que hace a este pueblo tan especial y atractivo para muchos, deviene de la histórica premisa de "esto lo hacemos entre todos, como todos queramos". Uno se hizo un ranchito una vez, y otro se hizo otro al lado. Y luego algunos más que comenzaron a formar esta Aguas Dulces en un clima de fiesta permanente, de olor a la vida simple del verano, con el ritmo de las olas y del imperturbable girar de este planeta.
La pregunta que queda ahora es la siguiente: ¿qué vamos a hacer nosotros ante este cambio en ese espíritu que nos trajo hasta aquí, y que aquí nos mantiene a pesar de las idas y venidas de intereses más mezquinos?