Hoy el mar amaneció triste; se le fue uno de sus visitantes de todos los días. Ese que recorría la orilla todas las mañanas siguiendo los desplazamientos del Chelo sobre las olas, acompañando la corriente, esperando a que su compañero saliera en algún punto de la costa para volver juntos a casa. Se murió el Pirata. Duele la muerte cuando llega; duele en los que se quedan, pero tomemos de esto lo que cuenta: el Pirata tuvo una vida feliz. Murió de viejito, nomás. En paz, como siempre vivió. Simplemente esperó al Chelo y se durmió en sus brazos para despertarse en otro lado. Adiós, Pirata. ¡Felices correrías por el cielo de los perros!
miércoles, 23 de enero de 2008
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