carta abierta a un perpetrador

Sr. perpetrador:
Quiero contarte que primero me negué a creerlo. Todo el mundo lo señalaba: el fuego empezó en un lugar donde no había energía eléctrica, lo que descartaba un cortocircuito; convenientemente empezó a las tres y media de la mañana, cuando todos dormían, cuando no había encendido ningún elemento que involucre fuego (una vela, una cocina...). Pero igual yo me negaba a creerlo, no porque no supiera que hay tipos tan jodidos como para hacer algo así (de hecho hay una gran variedad esparcidos por el mundo), sino porque no puedo imaginar que alguien sea ¡tan banana!

Hoy tuve que rendirme a las evidencias, pero me siguen girando en la cabeza una cantidad de preguntas para las que no encuentro ni un asomo de respuesta lógica. Por ejemplo: ¿cómo no tuviste en cuenta que el Cacho es un tipo querido? Lo mismo que Sebastián o Daniela. Quiero decir, no vamos a ponernos a medir qué tan querido puede ser alguien, pero convengamos nomás en que hay tipos queridos y tipos que no. La verdad es que yo me siento querido. Obviamente no por todos, pero uno no deja de percibir esa sensación en el día a día, en la interacción con la gente. Y estoy orgulloso de ese sentimiento. Y sé que a la mayoría de la gente de Aguas le pasa lo mismo, y en gran medida es por eso que queremos tanto a este lugar. ¿Cómo no consideraste entonces la reacción que toda esa gente querible, esa gente que se siente querida, iba a tener ante la boludez que te mandaste?

Pero claro, ahora que me pongo a escribirlo me doy cuenta de que nunca vas a entender esto porque vos no sos un tipo querible. No te interesa serlo. Yo puedo entender que un virus sea incapaz de comprender la piedad, porque carece de la capacidad física para hacerlo, y que actúa en consecuencia a sus limitadísimas percepciones. Pero vos sos un humano, el máximo exponente de la inteligencia entre la gran variedad de formas de vida de este planeta. Tenés la invalorable capacidad de razonar. ¿Cómo es posible entonces que no se te pasara por la cabeza la idea de que la solidaridad de los tipos queribles / queridos iba a hacer que El Cuento volviera a brotar más rápido que una enredadera?

Ah, sí... ya sé... de repente pensaste que era un tema de plata, que el Cacho y los chicos posiblemente no tuvieran el dinero para volver a poner El Cuento en marcha. Pero hombre, ¿no se te ocurrió que aún en ese caso iba a tener apoyo, que entre la gente con pasta del pueblo también hay muchos queribles / queridos que iban a poner a su disposición lo que necesitaran? ¿No pensaste en que si el Cacho quisiera podría construir no uno, sino una cadena de Mc Cuentos, que podría incluso ponerte uno en la puerta de tu casa solo para divertirse?

Además, imaginá que no hubiera tenido estos ofrecimientos, ni dinero propio... ¿no se te pasó por la cabeza el detalle de que los queridos / queribles podrían haber juntado el dinero necesario apenas con un chasquido de dedos? Estoy seguro de que ni siquiera ahora que te lo comento te podés dar cuenta de que podríamos haber organizado, qué sé yo... una carrera de embolsados por decir algo ridículo, y cientos de personas habrían pagado la entrada para verla. No por la carrera. Porque hubiera sido por el Cacho; porque hubiera sido una celebración a la vida.

En realidad, y por darte el crédito que merecés, debemos reconocer que nos tenés medio desconcertados, porque no podemos imaginar tus motivos, no sabemos qué te movió a hacer esta estupidez. Obviamente sumaste dos más dos y creíste saber la respuesta, pero te dio mal. ¿Qué fue? ¿Una cuestión personal con el Cacho? ¿Quisiste perjudicarlo? ¿No se te ocurrió que cuando El Cuento reabra todos vamos a estar allí, que va a venir gente de todos lados para sentirse parte de esta movida? ¿No consideraste que todos los queribles / queridos que anden en la vuelta se van a encargar de que El Cuento tenga la mejor temporada de su historia? Y si no fue esto, ¿por qué fue?

En fin, perpetrador, así están las cosas. Vos allí de un lado y nosotros del otro. Es una lástima que sea así. Nos da pena que te pierdas lo que nosotros sentimos y disfrutamos de vivir en sociedad. Nos da lástima además porque sabemos cómo es esto; que la vida es como un enorme frontón en el que vos podés tirar la pelota que quieras contra la pared, y que invariablemente la pelota rebota y vuelve. Nos da lástima saber que mientras nosotros recibimos el rebote con alegría, vos vas a sentir que tu pelota te ataca, que se está volviendo en tu contra. En algún momento te darás cuenta de todo lo que te perdiste, porque al final ése es el destino de toda vida: entender en el último momento cuál fue el papel que desempeñaste en el juego.