lunes, 8 de octubre de 2007

hora nueva

Tenemos hora nueva, lo que no es ninguna novedad porque se cambia todos lo años. Pero igual ese fenómeno, que poco tiene de geográfico, siempre agarra a alguno desprevenido.
No es el caso de este cronista, a quien en verdad poco importa la hora administrativa. Levantarse temprano, para mí, es levantarse antes que los demás; esos días en que uno sale y no hay nadie en la calle y el almacén todavía está cerrado.
Bueno, hoy me levanté temprano, aún midiéndolo con la hora nueva, y me fui a buscar leña hasta las afueras del pueblo. Volvía a casa caminando por la calle principal cuando me encuentro con el Señor Cocinero Arturo Sosa, que salía del almacén de Estela, tomándose un yogur y vestido y peinadito como para ir a trabajar.
-Perdí el ómnibus para Castillos -dijo. -Me olvidé de la hora nueva y me vine ahora a esperarlo.
Vale aclarar aquí que eran las diez y media de la mañana (hora nueva) y que el próximo ómnibus pasaría a las doce y media.
-Ajá, ¿y ahora qué vas a hacer? ¿Te vas a dedo? -se me ocurrió preguntar.
-Ahora... ¡me voy a poner un short y me voy a la playa!

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