Tenemos hora nueva, lo que no es ninguna novedad porque se cambia todos lo años. Pero igual ese fenómeno, que poco tiene de geográfico, siempre agarra a alguno desprevenido.
No es el caso de este cronista, a quien en verdad poco importa la hora administrativa. Levantarse temprano, para mí, es levantarse antes que los demás; esos días en que uno sale y no hay nadie en la calle y el almacén todavía está cerrado.
Bueno, hoy me levanté temprano, aún midiéndolo con la hora nueva, y me fui a buscar leña hasta las afueras del pueblo. Volvía a casa caminando por la calle principal cuando me encuentro con el Señor Cocinero Arturo Sosa, que salía del almacén de Estela, tomándose un yogur y vestido y peinadito como para ir a trabajar.
-Perdí el ómnibus para Castillos -dijo. -Me olvidé de la hora nueva y me vine ahora a esperarlo.
Vale aclarar aquí que eran las diez y media de la mañana (hora nueva) y que el próximo ómnibus pasaría a las doce y media.
-Ajá, ¿y ahora qué vas a hacer? ¿Te vas a dedo? -se me ocurrió preguntar.
-Ahora... ¡me voy a poner un short y me voy a la playa!
lunes, 8 de octubre de 2007
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