jueves, 9 de julio de 2009

las crónicas del hugo, raíces

Las raíces, parte de las plantas que se adhiere a la tierra, y a través de ella obtiene las nutrientes para mantenerse viva. Nosotros tomamos simbólicamente esa imagen, porque también tenemos nuestras raíces: nuestros antepasados, nuestros apellidos, nuestras costumbres, nuestro lenguaje, nuestro pago, nuestra historia. También nosotros hundimos nuestras raíces en esta tierra para obtener ese nutriente, esa savia que vigoriza nuestros quehaceres, porque tiene un contenido de amor a lo nuestro, porque tiene el sabor del arraigo, porque fortalece nuestra identidad.

Los pagos de Castillos y nosotros, y allá en el pasado los nuestros: los Rocha, los Molina, los Olivera, los Acosta, los Sova, los Plá, los San Martín, los Núñez, los Rodríguez, los Sánchez, los Mata, los Sequeira, los Almada, los Silvera, los Pereira y seguramente algunos más.
Reivindicar esos apellidos es traer a la memoria colectiva a los hombres y mujeres que dieron nacimiento a nuestro pueblo, poblaron la campaña desierta y luego se juntaron con un propósito asociativo que hoy nos da vigencia.

Después llegaron otros: los maestros, los comerciantes, los náufragos que pararon su andar en estas costas, los profesionales, los empleados públicos y muchos más que fueron llegando a nuestro pueblo para hoy encontrarnos todos juntos. Pero tenemos una profunda obligación, quienes nos sentimos portadores de aquella primera simiente de traer sus nombres hasta nosotros, en un encuentro familiar, en un abrazo más con nuestros antepasados y recordar los hechos de los que fueron protagonistas.

Corría el año 1862 cuando:

"Don Dimas Rodríguez, don Liberato Fajardo, don Analio Molina, don Aniceto Sova, don Prudencio Rocha, don Dionisio González, don Andrés Díaz Toureiro, don Ignacio Rocha, don José Sánchez, don Abelio Molina, don Samuel Rocha, don Indalecio Núñez, don Hipólito San Martín, don José Hilario Sequeira, don José Joaquín Rocha, don Juan Mata, don Delfín Rocha, don Julián Olivera, don Santiago Núñez, don Luciano Rocha, don Cayetano Molina, don Agustín Plá, don Florencio Alamada, don Serafín Rocha, don Eugenio Rocha, don José María Sequeira, don Ángel Balduvino, don Julián B. Olivera, don Manuel Villasuzo, don Manuel Molina, don H. Fajardo, don Joaquín Acosta, don Justo Molina, don José Rodríguez Ramos, don Martín Rocha, don Juan María Silvera, don Teófilo Molina, don Lucas Pisán, don Ambrosio Costa, don Braulio Plá, don José Pereira Braga.

Considerando:

1°)que los males que que sufre la jurisdicción tienen por causa principal la falta absoluta de educación de la juventud que se forma lejos de todo contacto con una sociedad que pueda influenciar su ánimo con ejemplos

2°) que en vano será castigar el juego, el robo, el asesinato, si no se reparan los ánimos de la niñez, que hoy se cría en esa escuela connaturalizándose desde la influencia con el vicio, si no nos preparamos para evitar esos castigos por medio de la buena educacuión

3°) que de la unión de muchas familias vendrá no sólo la mayor garantía a nuestros intereses y vidas, sino la felicidad de propender más cómodamente y sin mayor sacrificio al remedio de esos males, ya con la mejor educación y buen ejemplo, como en la educación que dará a los que más deben ser el substentáculo de nuestra ancianidad, y reparar los destinos de la jurisdicción a la que pertenecen

4°) que a los beneficios que se obtendrían a vivir reunidos se agregará una Oficina de Papel Sellado de Policía de contribución directa, una capilla y una escuela, es pór estas razones que los abajo firmados autorizamos a don Antonio Acuña, para que a nuestro nombre y solicitud recabe a quien corresponda el permiso para formar un pueblo y determinar el local que considere más a propósito y central, a fin de que preste mejor a la comodidad de todos."

Este pedido para formar un pueblo tiene un profundo contenido social: se destaca la preocupación por los males que sufren: el juego, el robo, el asesinato, y planean la forma más idónea para encarar la solución, EDUCAR; particularmente a la niñez y a la juventud. Su voluntad de asociarse, de vivir en comunidad, se manifiesta claramente como una de las cualidades esenciales del hombre, su espíritu gregario. Pero lo hacen propendiendo a la estabilidad, a la normalidad social, donde la educación se resalta como la herramienta fundamental. No deja de tener menos importancia su pedido concreto: "una oficina de papel sellado", allí se manifiesta su voluntad contributiva, su concepto de Estado y los recursos económicos que el ciudadano debe aportar; "una capilla", en esos tiempos la presencia de la iglesia era muy importante, y quizás el aporte espiritual coadyudaba también en el equilibrio social; "una escuela", aquí estamos frente al elemento educativo, repetidamente expresado en la solicitud, la confianza en la jerarquización del individuo a través de la educación.

Y para evaluar correctamente los conceptos expresados en esta solicitud, debemos tener en cuenta el entorno, el ambiente donde se vivía. No nos cuesta imaginar mucho la situación de aquellas familias en esa época, mas bien nos hemos nutrido con algunos relatos de viejos memoriosos que fueron recogiendo, a través del tiempo, el anecdotario de tiempos pasados: los ranchos de paja con paredes de terrón, muchas veces quinchados con hojas de palma, rodeados con frágiles cercos, patios grandes donde convivían gallinas, patos y pavos con las ovejas del rebaño, que se guardaba en la noche previendo el ataque de algún puma o jaguar, o incluso de los chanchos salvajes que merodeaban entre los palmares y pajonales. El campo abierto y el ganado, elemento fundamental del sustentáculo criollo, su cuidado y la destreza del paisano en estas tareas, creaba un perfil característico de hombre, pero por esas razones también sufría carencias, y los vecinos primeros de Castillos así lo manifiestan; reclaman un mundo más civilizado.

El pedido de los vecinos, sus expresiones, nos dan una pauta clara de que el mismo es un hito fundamental en el proceso evolutivo de nuestra comunidad. Detrás hay una lucha que viene de lejanos tiempos, de hombres audaces que fueron poblando la campaña, de origen diverso pero asentados en un mismo territorio, uniéndose por el imperio de las circunstancias, con una clara visión de la realidad que vivían y con deseos de proyectarse en el futuro en mejores condiciones.

Nuestra sangre se entibia, nuestros sentimientos se exaltan al conocer nuestra historia, nuestros antepasados, nuestro origen. Razones más que suficientes, todas ellas, para rescatar del olvido a ésa, nuestra gente. Porque entendemos que hubieron justificadas batallas y exitosos guerreros defendiendo nuestro territorio, y el reconocimiento se ha hecho; allí están los Leonardo Olivera. Pero aquí, en nuestro pueblo y silenciosamente, también se libraron batallas y se ganaron batallas. Cuando el pedido de los vecinos es elevado por Acuña, y se aprueba el proyecto creando un pueblo en la jurisdicción de Castillos, esa es una batalla ganada por los vecinos, batalla que nosotros queremos escribir en nuestra historia local, como el mejor reconocimiento hacia aquellos hombres, nuestros antepasados.

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