la niebla del olvido

La imagen de niebla londinense corresponde a la mañana de ayer, cuando todos creíamos tener por delante un fin de semana invernal. Luego el sol levantó el manto y se instaló definitivamente para regalarnos con dos días de playa de esos que se dan en enero, y a veces.
Todo abierto por la noche, anticipo de la Semana de Turismo, último dejo de movimiento estival. Y después la quietud.
Historia al margen: desde que aparecieron en esta misma página algunos comentarios de lectores que sugerían que el paseo del Indio llevara el nombre real del mítico personaje, me largué en una investigación que creía iba a ser fácil. Me explico: el Indio nunca decía su nombre. Se presentaba como el Indio, y todos lo conocían así. No era que lo escondiera, sino que le gustaba jugar con eso, como una broma (de lo contrario yo no estaría escribiendo estas líneas). Particularmente, a mí me lo dijo una vez, cuando le pregunté hace algunos años, pero después me olvidé por el no uso de su nombre. Así que me largué a preguntarle a algunos veteranos aguasdulcenses que lo trataron mucho en su vida. Y curiosamente, comprobé que nadie se acordaba. Era el Indio. ¿Tenía nombre? ¡Qué importaba! Fui tirando de la linea de los más obvios, los que lo trataban siempre: Marcos, Washington, María y David... luego fui pasando a las "enciclopedias de recuerdos": el Chato, el Maestro, Armando Redín, Hugo Lujambio... y todo lo que obtenía era "fulano seguro que se acuerda". Y fulano no se acordaba, pero me remitía a otro que tampoco se acordaba. Todos nos acordabábamos del apellido: Rocha (¡qué vivos, como para no acordarnos!), pero el nombre parece perdido en el tiempo gracias al culto que su propio titular promovió.
Hay una forma de saberlo, obviamente. Y hasta allí iremos aunque sólo sea ya por un capricho personal. Pero la pregunta es para los memoriosos de nuestros lectores, para aquellos que convivieron con el personaje tan querido como anónimo: ¿usted se acuerda del nombre de pila del Indio?
Esta entrada está dedicada al propio Indio, que se debe estar doblando de risa desde allá donde esté, diciéndose a sí mismo, con el estilo que era su marca: "¡¡qué bien que se las hiciste, Rochita!!