las crónicas del hugo, memoria del proceso fundacional, parte 1

Como consecuencia de los conflictos mantenidos entre España y Portugal por la posesión de estos territorios, fueron erigidos baluartes defensivos ubicados en zonas estratégicas, los que, tanto para unos como para otros, significaba el asentamiento y dominio de un trozo más de territorio para sus coronas.
Así surgieron con ese fin, entre otros, la Colonia del Sacramento, el fuerte de San Miguel, y la Fortaleza de Santa Teresa. Esta última, ubicada en una estrecha franja de tierra que queda entre el océano Atlántico y la laguna Negra, llamada "La Angostura", constituía alrededor de estos años la cabecera de la jurisdicción de la Comandancia de Santa Teresa. Dicha Jurisdicción abarcaba de las costas del arroyo Chuy hasta las del arroyo Don Carlos.
Dice Oyarbide en su diario que "La fortaleza contaba con un establecimiento ganadero bajo su inmediata dependencia, conocido como la Estancia del Palmar, donde se conservaba la caballada del fuerte y los ganados destinados al abastecimiento de la guarnición. La estancia del Palmar se hallaba situada hacia el lado de los cerros de Navarro (Cerro de los Rocha), y fue creada por orden del rey Don Carlos IV (Rey de España). Ocupaba el rincón que forman el arroyo Don Carlos, la laguna Negra, el arroyo Valizas y el mar. Era un establecimiento de miles de hectáreas, y los campos se encontraban, en esa época, poblados por numerosos vecinos que se dedicaban a la cría de ganado".
Para tener una mejor visión de la situación imperante en esos tiempos, insertamos aquí un informe del entonces comandante de Santa Teresa, capitán Don José Ignacio de Merlos, dirigido el 23 de noviembre de 1788 al gobernador de Montevideo. Dice:
"Al Gobernador de Montevideo, don Joaquín del Pino. De los vecinos hacendados que hay en esta Jurisdicción, sólo uno, que está medianamente en Chafalote, llamado José Núñez, es el único que puede hacer cueros, pues Ignacio Méndez y Gregorio Aguirre, vecinos del propio arroyo, no tienen ganados suficientes sino para hacer una poca corambre, como se verifica en la que venden, pues hacen tratos con los dos pulperos que están aquí. Todos los que se hallan poblados desde Castillos, Palmar, laguna e inmediaciones, están posesionados en tierras del Rey con el permiso y consentimiento de mi antecesor, que les concediera las tierras mientras el Rey no las necesite. Estos individuos tienen todos su corto número de ganado y manada de yeguas, de conformidad que con el término de algunos años serán hombres bastante avecindados, y que no tendrán la caballada del Rey, ni el ganado que se saca del potrero cuando hay seca, a pastorear. Con el ejemplo que tenián de pedir tierras, y el Comandante dárselas, han venido varios a hacerme esa súplica, y como no he encontrado órdenes de Exmos. Señores Virreyes ni de V.S. dando facultades para darlas, no he querido tomarme facultades que no tengo, y así estimaré a V.S. me diga sobre el particular si he hecho bien conforme lo pensado.
Fuerte de Santa Teresa, diciembre 9 de 1788.
José Ignacio Merlos.
Y no se equivocaba el capitán Merlos cuando afirmaba que en término de algunos años los vecinos de Castillos serían unos hombres "bastante avecindados", pues los mismos bregarán con ahínco para formar un núcleo poblado, plenamente concientes de los beneficios que ello les significaba.