chau, laberinto

Qué fácil es destruir el entusiasmo. Basta con no hacer nada. Alcanza con que quien tenga la última palabra simplemente se encoja de hombros, que mire para otro lado, que se cruce de brazos a esperar que otro decida. Hay gente que solamente tiene que dejar que la vida fluya en forma estúpida por el mero paso del tiempo para generar un cambio irreversible.
Hace unos días mencionábamos la excelente idea de hacer una plaza, especialmente pensada en los niños, donde pudieran jugar, con seguridad, en un entorno de naturaleza. El proyecto tenía, tiene (me niego a usar aún el tiempo pasado, a pesar de todo) el nombre de Plaza-Laberinto.
Luego de las primeras conversaciones informales, donde autoridades municipales manifestaron su entusiasmo con la idea, algunos vecinos, encabezados por Martín, dedicaron voluntariamente su tiempo para llevar adelante el proyecto. La manzana era una tentación para los leñeros, y así se advirtió a las autoridades para que se oficializara el proyecto, con el propósito de impedir que se talaran los árboles del predio. Pero cuando hubo que concretar nadie respondió al llamado. Silencio. Un largo silencio que finalmente se quebró por el ruido de las motosierras.
¿A quién culpar? ¿A un leñero que vive desesperadamente el día a día de un invierno interminable, cuando los pesos de los turistas se ven aún demasiado lejanos? Esa gente no entiende el concepto de "planificación", no mira hacia el futuro, no se puede dar ese lujo. No es ahí donde está la culpa, sino en la inoperancia de los que sí pueden, y deben pensar en proyección. Esta vez el silencio de la negligencia, del "vamos-a-ver" selló la suerte de un montón de árboles, de la esquina donde se pensaba ubicar la entrada principal del laberinto. Pero eso no es lo peor; los árboles crecerán en unos cuantos años, o aún se podría hacer el proyecto con lo mucho que queda, pero el estúpido silencio terminó con el entusiasmo de quienes querían hacer algo lindo para Aguas Dulces. Y eso sí que va a ser difícil de recuperar.
Y aún nos permitimos una vueltita más de este tornillo: estamos seguros de que si estas lineas son leídas por alguno de los que podrían haber dado el ok para que simplemente se pudiera informar oficialmente del proyecto, evitando que se talara innecesariamente justo allí, va a encogerse de hombros y a murmurar para alguien que quiera oirlo la frase preferida de los inoperantes: "y bueno, así es la cosa".
Y es verdad: así es la cosa, gracias a tí.