viernes, 18 de enero de 2008

el alma de las cosas

Ayer, en medio del pampero, apareció una imagen que no veíamos desde hacía rato: el Cacho dio vuelta una esquina montado en su Vespa. Ya cuando se acercaba se le veía la sonrisa en el rostro, esperando mi comentario. "Volvió" gritó al pasar, con una sonrisa de oreja a oreja.
Esta es una historia interna del pueblo, así que la explicamos para el que lea esto en la distancia. La imagen del Cacho en su Vespa fue durante mucho tiempo una postal de Aguas Dulces. En invierno se veía aparecer a lo lejos una moto blanca y enseguida se comentaba "ahí viene el Cacho". Era él. No podía ser otro. Él y su Vespa blanca. Después el Cacho se compró una camioneta gris y todos notamos que algo no estaba bien. Ahora uno veía venir la camioneta gris y había que hacer un esfuerzo por asociarla al Cacho. Por más que lo veíamos al volante había algo que no cuadraba. No es raro que eso pase, pero uno que viene de una ciudad grande no deja de asombrarse con esas cosas, con esa identidad que se forma alrededor de una persona, y que se extiende hasta sus cosas, sus objetos personales. Obviamente eso sucede también en las ciudades, pero pasa desapercibido; se limita al círculo de amistades de cada uno. Los objetos por lo general son cosas sin historia. Se desechan cuando no sirven, se los patea cuando estorban.
Acá es como que las cosas se empapan del alma de la gente. La familia Echebarrieta compró el palafito más notorio de Aguas Dulces, ese enorme que destaca en la playa a unos cien metros al sur de La Terraza. Cuando la gente dice "palafito" es la imagen de ése el que aparece en primer lugar. Es el palafito de Aguas por excelencia. Y es el palafito de los Medici, los dueños originales, los que lo dotaron del alma que hoy permanece en él. Después lo tuvo Eduardo, el Pelado, por varios años, y ahora los Echebarrieta. Cada cual le aporta algo de sí. Seguramente cada cual lo ama o lo amó a su manera. Pero para la gente sigue y seguirá siendo el palafito de los Medici.
Mi amigo Daniel se enamoró de Aguas Dulces por ese palafito, cuando todavía era del Pelado. Daniel estaba de visita e hicimos ese día una comida allí, frente a los ventanales que dan al mar. Y ahí a Daniel se le puso en la mira comprar un rancho frente al mar de Aguas Dulces. Y compró. Se lo compró a un tal Enrique. Y había un cartel ya roto que decía "Lo De Quique". Daniel lo rebautizó "Pa'qué más". Sin embargo para todo el mundo sigue siendo el rancho de María Celia, de repente un poco por eso de que las almas, aún las de las cosas, son muy difíciles de cambiar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cacho, devolveme la calle que me afanaste, esa que pasa frente al cuento, la cortada con el alma cortada...